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(Escribe prof. Alejandro Carreño T.) Hay personas a las que les gustan algunas cosas. Hay otras, a las que les gustan muchas cosas. Pero hay un tercer grupo al que le gustan todas las cosas. Lo que sea. Si las democracias fuesen como este grupo, sería evidentemente más justa y solidaria. Menos discriminadora y más tolerante. ¿Cómo llamar a estas personas que son felices gustándoles cualquier cosa?
No lo sé. Pero deben ser muy especiales, porque viven el mundo del “Like”. Son la cofradía del “Like” en las redes sociales, sobre todo en Facebook, donde el “Me gusta” es su tarjeta de presentación. La sociedad del “Like” merece un estudio psicológico, sociológico y cultural, para comprender los procesos interiores que los reúnen en situaciones tan diversas unidas por el “Me gusta”.
Un rápido recorrido por Facebook, por ejemplo, nos depara con hombres y mujeres ansiosos por entregar su opinión a través de la mágica frasecita. Una especie de necesidad misteriosa y brutal por mostrarse en las redes sociales con un clic de ratón. Una especie de grito contenido, gutural, que se libera con un “Like” que atropella: ¡Aquí estoy yo!
Es curioso, pero observando con más atención, se percibe que muchos nombres se repiten. Es como una crisis colectiva de impulsos reprimidos que los hace ir desde una empresa de salud a otra de alimentos; desde una cervecera a otra de entretención; desde una entidad bancaria a otra que vende de todo. Publicidad gratuita para todas ellas de los fanáticos feligreses del “Like”.
Otro día, este mismo grupo de feligreses del “Me gusta”, se trasladará desde una industria del calzado a otra de comida rápida; desde una cadena hotelera a otra de farmacias. Desde una clínica de salud a un cementerio privado con tumbas con vista a la laguna. No importa de qué se trate. Pero “mi Like” tiene que estar presente para sentirme vivo. Útil a la sociedad.
No me refiero, por cierto, al “Me gusta” que se le da al amigo, muchas veces por compasión o afecto virtual, que espera con rigurosidad de monje tibetano que todas sus publicaciones les sean reverenciadas con la frase del siglo XXI, sinónimo de amistad sincera de su amigo virtual al que nunca verá, pero que lo siente leal y profundo en la intensidad de su “Like”.
Por lo mismo, no llama la atención que aquellas fotografías y aquellos videos que sí son un aporte para la cultura social, que entregan rica, y a veces sorprendente información sobre arte, filosofía, historia, literatura, música, matemáticas y ciencias, se encuentren en la más sola de las soledades o cosa parecida. Ellas no forman parte del itinerario de estos feligreses virtuales.
Los “Like” brillan por su ausencia. Estas páginas no venden nada, no sanan a nadie y tampoco entierran a nadie. No son, por lo tanto del interés de la exigente cofradía del “Me gusta”. Pero sirven de contrapunto para contrarrestar la estética decadente que esta cohorte “del todo me gusta”, hizo de Facebook. Pero seguro de que es gente buena, con algunas gotitas de soledad o de vanidad.
Felices con esta enfermedad del “Like” todas las cadenas de supermercados, todas las cadenas de comida rápida y todas las cadenas de cuánta cosa haya para vender, porque tienen un público cautivo que las publicita a rabiar, sin importarle ni mucho ni poco el abuso que diariamente cometen con él. El público del “Me gusta” es fiel, todo lo perdona, y no le incomoda ser expoliado.
Vivimos la era del “Mike”, la era del “Me gusta”. Es bueno escribirlo en los dos idiomas, porque capaz que esta gente sea bilingüe.
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